jueves 28 marzo 2024

Recomendamos: Kirchner, primitivismo libre

por etcétera

Formó parte de Die Brücke, el primer grupo de expresionistas alemanes, cuyos miembros entendían que el pintor transforma en obra de arte la concepción de su experiencia y no hay reglas fijas para eso. Pero se apartó del colectivo ya antes de que se disolviera para seguir una trayectoria propia, sin compañías, al dudar de la autonomía del color y de la forma, pese a que durante algún tiempo estuvo muy influido por el fauvismo francés.

La evolución de Ernst Ludwig Kirchner lo llevó lejos de lo que hoy entendemos como expresionismo alemán: su arte está plagado de tensiones, audacias y contradicciones y escapa de etiquetas estilísticas. Pese a su temporal identificación con El Puente, él fue un solitario, en parte debido a las crisis nerviosas que en su caso incentivaron la I Guerra Mundial, los años de la posguerra y el terror del nazismo. Finalmente, la enfermedad y la desesperación le condujeron al suicidio en 1938, en Suiza.

Sus pensamientos convulsos se reflejan en la abundancia de visiones que encontramos en sus pinturas, en su tendencia a lo apocalíptico, en la potencia brusca de su paleta cromática y en el recurso a la distorsión de las formas para acentuar las emociones. Su primitivismo consciente y buscado se conjuga con la sofisticación técnica y un simbolismo enigmático, y los perfiles angulosos, ondulantes o abruptos parecen cargados de nervio, de pugnas entre lo intelectual y lo sensorial, un rasgo que distingue claramente su producción de la de quienes fueron sus compañeros en Die Brücke.

La carrera de Kirchner se puede considerar estructurada en dos etapas fundamentales, marcadas la primera, por la fascinación por la gran ciudad entendida casi como infierno; la segunda, por la búsqueda de un equilibrio, idealizado aunque precario, entre sociedad y naturaleza: lo observamos en sus paisajes alpinos de inspiración suiza, donde encontraría temporalmente paz a partir de 1915.

Otro rasgo fundamental de su producción es la reconciliación de contrastes en lo formal: su creación no es ilustrativa o literaria, sino que traduce la realidad, a veces de forma abierta y otras encubierta, en la superficie pictórica. En sus inicios, inspirado por una fe quizá algo ingenua en la eficacia social del arte, quiso destruir la ilusión y penetrar en el núcleo de las apariencias: la belleza superficial, para él, era un anatema.

Mas información en: Masdearte

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