viernes 29 marzo 2024

Recomendamos: El escritor Fabrizio: el plagio como reencarnación, por Guillermo Sheridan

por etcétera

“Una buena parte de esa tesis se realizó con materiales plagiados…”
Carmen Aristegui

“Un laberinto de fake news del que no logran salir…”
Fabrizio Mejía Madrid

Pocos plagiarios tan compulsivos –aunque ninguno tan impune– como el intelectual orgánico y versátil escritor , uno de Fabrizio Mejía Madridlos consejeros del Instituto de Formación Política de Morena que se presentan a sí mismos como los “brillantes pensadores”.

Ya una vez demostré uno de los tantos robos que, desde luego, continúa cometiendo. Es difícil encontrarle algo que no sea una contrahechura de pegotes, glosas y sincréticos copipeists. Su primer plagio registrado hasta ahora por el/la enigmático/a “Fiscal Copy-Paste” se remonta a 2002…

El señor que acusa a cualquier crítico del actual régimen de urdir “golpes blandos” y fabricar fake news es nuestro gran fakescritor. ¿Quiere escribir sobre narcos que mutilan cuerpos? Despoje usted a Deleuze y preséntelo como “mi idea”. ¿Hay que escribir sobre da Vinci? A saquear a Walter Isaacson. ¿Sobre Malcolm Lowry? Hurte a Douglas Day. ¿Hay sargazo en el Caribe? Pues a darle un golpe blando a El mar: terror y fascinación, ese precioso clásico de Alain Corbin, a exprimirle un textuelo y a publicarlo en Proceso como propio. (Este último plagio es particularmente gracioso…)

El exceso de experiencia para corromper y corromperse, para robar (a sus colegas), para mentir (a sí mismo y a los lectores y editores) y para traicionar (a todos los anteriores), lo ha llevado al grado extremo del plagiarismo: el escritor Fabrizio ya no solo plagia a sus víctimas, las reencarna.

Le ocurrió al inerme Giorgio Agamben. En la revista que hospeda sus atracos, el semanario Proceso, el escritor Fabrizio firmó una columna, “Agamben ve Juego de tronos”, que ya desde el título incluye esa fantasía última: mi plagiado soy yo. Ya había substituido antes a Agamben en “Leer o no leer”, también en la revista Proceso.

En ese artículo, el súbitamente erudito Mejía Madrid firma esto:

Otro monje había clasificado la acedia como “el demonio del mediodía”. Demonio y pecado capital, la acedia la vivimos cuando no logramos leer, ni concentrarnos, y el libro se nos cierra al quedarnos dormidos. San Nilo habla de la “acedia”, una apatía que impedía a los monjes leer o rezar:

“Cuando el monje, atacado por la acedia, intenta leer, inquieto, interrumpe la lectura y, un minuto después, se sumerge en el sueño; se talla el rostro con las manos, extiende sus dedos y lee algunas líneas más, mascullando el final de cada palabra que lee y, mientras tanto, llena su cabeza con cálculos ociosos: el número de páginas que le restan por leer y las hojas de los cuadernos por llenar. Comienza a odiar las letras y las hermosas miniaturas que tiene ante sus ojos hasta que, por fin, cierra el libro y lo utiliza de almohada para su cabeza, cayendo en un sueño breve y profundo”.

Y nunca dice que viene de “Sobre la dificultad de leer”, ensayo de El fuego y el relato donde escribe Agamben:

El riesgo por excelencia al cual un monje podía sucumbir es la acedía, el demonio meridiano, la tentación más terrible que amenaza a los religiosos se manifiesta sobre todo en la imposibilidad de leer. Esta es la descripción que hace san Nilo: Cuando el monje atacado por la acedia intenta leer, inquieto, interrumpe la lectura y, un minuto después, se sumerge en el sueño; se talla el rostro con las manos, extiende sus dedos y lee algunas líneas más, mascullando el final de cada palabra que lee; y, mientras tanto, se llena la cabeza con cálculos ociosos, cuenta el número de páginas que le restan por leer y las hojas de los cuadernos, y comienza a odiar las letras y las hermosas miniaturas que tiene frente a sus ojos, hasta que por fin cierra el libro y lo utiliza como almohada para su cabeza, cayendo en un sueño breve y profundo.

Y así sucesivamente… (en ese ensayo, por cierto, también plagia de la Historia de la lectura en el mundo occidental, editada por Guglielmo Cavallo y Roger Chartier).

Más información: http://bit.ly/2krhRUL

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