martes 16 abril 2024

Los riesgos de que el narco se ponga al servicio de partidos políticos en América Latina

por Marco Levario Turcott

La Jornada es un periódico afectado por una grave crisis económica, a pesar de ser uno de los medios más beneficiados por la publicidad oficial de Enrique Peña Nieto, Presidente priista que, como ya se sabe, aparece en sus páginas no sólo como fuente o declarante, sino hasta como editorialista.

Pero la crisis más importante que afecta al periódico fundado por Carlos Payán Velver no es a estas alturas, la del dinero, sino la de la credibilidad.

El fin de semana, el periódico exhibió una de las carencias fundamentales de la prensa en México y en el mundo al publicar, como si fuera un hecho noticioso, cosa juzgada o verdad absoluta, una declaración que para efectos prácticos, es sólo eso, retomada además de un medio extranjero, The New York Times.

El diario norteamericano publicó un reportaje muy al estilo gringo, en donde un ex capo de la droga en Honduras, de nombre Devis Leonel Rivera Maradiaga, un asesino confeso de 78 homicidios, realiza acusaciones y señalamientos contra autoridades del país centroamericano y dice, entre otras cosas, que “escuchó decir” a otro mafioso que se había entregado 250 mil dólares a la campaña del hoy presidente hondureño.

No hay más elementos que ese, y el NYT aclara en su nota, pese a lanzar el dardo envenenado a 50 días de las elecciones presidenciales en Honduras, que en la declaración del ex narcotraficante “no se indica que el señor (Juan Orlando) Hernández haya recibido el dinero”.

Sin embargo, La Jornada exhibe sus filias y sus fobias políticas y acusa en su titular: “Dinero del narco infiltró campaña de presidente hondureño, publica el NYT”.

El tema de Honduras no es sólo un referente de la crisis ética y la ausencia de rigor periodístico en los medios. Trae a debate un tema del que La Jornada no es ajeno justamente por sus filias ideológicas: la propuesta del candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, de negociar la paz con los capos de la droga, como si las decenas de miles de muertos que ha dejado la operación de los narcotraficantes por todo el país, no merecieran justicia, sino olvido.

En Honduras, es evidente que los barones del narcotráfico pretenden influir en las elecciones presidenciales del próximo 26 de noviembre. Previo a lo publicado en el Times, un candidato populista de nombre Salvador Nasralla, locutor de televisión que dice ser “la única esperanza del pueblo”, atacó ferozmente la política de seguridad del gobierno. ¿Coincidencia? En política y menos en campaña, no hay coincidencias, dicen los que saben.

Luego de lo publicado en La Jornada contra el presidente hondureño, y el llamado sugerente de López Obrador a la delincuencia organizada, puede estar quedando claro ante nuestros ojos la ruta que podríamos seguir en los próximos meses de campaña electoral en México: capos que aceptan negociar condenas y obtener beneficios, a cambio de denunciar a los adversarios con ese añadido de que sus palabras serían divulgadas por esa prensa que tiene muchos cadáveres en su closet, pero que se indigna ante la pifia de Televisa con “Frida Sofía”.

La democracia en América Latina se encuentra en permanente amenaza. No es sólo la ola populista, o las dictaduras, ni la corrupción, la falta de voluntad democrática de los actores políticos o el fraude electoral; ahora se suma el riesgo gravísimo de que el narco quiera vetar o votar por presidentes y dirigentes en la región. No debemos permitirlo.

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