El proceso electoral federal mexicano inició el 8 de septiembre pasado: los partidos políticos afinan estrategias y definen candidatos en tanto el INE supervisa que esto transcurra conforme a la norma. Es, o debiera ser, una fiesta de la democracia; también de los ciudadanos depende que sea así: con el aliento y el respeto a la diversidad.
El intercambio público será intenso, y en éste, también los medios de comunicación jugarán un papel fundamental, lo mismo en la difusión de investigaciones o filtraciones que al poner de relieve o no el escándalo sobre la propuesta sobria y serena. Las redes sociales tendrán, la tienen ya, una incidencia fundamental.
Estoy convencido de que, precisamente en estas plataformas digitales, los usuarios podemos aportar nuestro granito de arena para que las campañas electorales no se desborden en información falsa o insultos. Como ustedes saben, esta revista que dirijo emprenderá distintas acciones para enfrentar las llamados Fake News o las Paparruchadas y, junto con ello, exigiremos que los candidatos tengan un debate de altura al mismo tiempo que promoveremos que la mayor cantidad posible de usuarios no se presten al insulto y la difamación.
Creemos que esto es posible. Yo en lo personal comienzo al decir que en mis redes sociales habrá debates encendidos, apasionados y, en lo posible, documentados; y no hay polémica sin guasa (como se decía en mis tiempos, o picardía), bromas e incluso a veces el adjetivo duro. Pero no habrá insultos por encima de ideas o adjetivos que las sustituyan. Contra nadie, y menos el dardo dirigido para denostar a las personas por su apariencia física, y si eso va a ocurrir irremediablemente, que suceda en otro lado.
Desde luego que quien difiera de esta iniciativa encontrará otros sitios para desplegar su propio parecer y quienes coincidan serán, al menos para mí, un enorme acicate al pensamiento y la exposición razonada que nunca está reñida con el humor y que rechaza siempre el insulto.
