Cada que me duele la choya recuerdo la madriza más fuerte que me di con Julio. Todo empezó cuando caminábamos Cuauhtémoc y yo por uno de los andadores de Valle de Aragón y Julio le gritó cuatro ojos. Yo de pinche metiche le menté su madre y él me dijo “Rata” tu no te metas. Me decían “Rata” no por alguna mala arte sino porque tengo la cara como roedor y corro muy cabrón lo mismo para jugar futbol que para las chingas con los cabrones de Corzos. El caso es que me detuve y él nos alcanzó mientras el Cuau me decía Toño no vale la pena. Y pues que empiezan los quedos y recibo uno que me hizo zumbar la cabeza. No sé cómo me mantuve en pie pero además que le suelto el primer chingadazo entre ceja, madre y oreja. El Julio también sintió la berenjena y mocos que me tira un patín y yo otro hasta que nos trenzamos de los pelos. Así estábamos cuando se oye la voz de mi papá y yo agradeciéndole a Santo Cristo por su salvación.
-Sepárense, dijo mi jefe, y dense chulo hasta que se cansen.
Y pues ni pedo. Ya hasta público teníamos y ¡mocos! que me tira Julio de un vergazo en el hocico y que comienza a azotar mi cabeza en una coladera. Y que me jefe nos separa. Y digo Dios bendito otra vez. Pero qué dice él que sigamos a los madrazos y seguimos. Ahora lo receté en la mera jeta y luego le dí una patada en los huevos y que lo tiro. Ya lo estaba abaratando cuando mi jefe otra vez se mete y pues que lo dejo parar. Quién sabe cuánto tiempo pasó hasta que nos quedamos como engarrotados y yo bien lleno de sangre. Vomité. Y él en una banqueta sentado diciendo al topón hijo de tu pinche madre y que le digo al topón la verga y de nuevo nos trenzamos. Yo ya no veía, por mi santa madre que no. Así quedamos hasta el final.
Unos 38 años después me encontré al Julio y que le digo pues ya está el topón mai, ¿quieres exponer el cinturón welter? Y me contestó -nel, ya estuvo ese. Nos reímos entonces. Pero neta que nada más de verlo me vuelve a doler la cabeza. Del Cuau nunca más volví a saber, por cierto.
