Luces tenues de neón
revolotean entre los brazos
del maniquí,
escondidas en la piel
transpirando un llanto ajeno,
resbalan bajo el manto
y su vestido;
el plástico vivo de sus manos
dicta plegarias
ausentes de girasol;
allí, en el sol vacío,
está la clave de todo;
de lo que fue,
lo que nunca será.