martes 19 marzo 2024

Historias con aroma

por Regina Freyman

Tengo una alumna que colecciona aretes. Diario en sus redes sube el arete del día. En lo personal colecciono historias, y si bien no pienso dar cuenta de una diaria (qué más quisiera) intentaré comentar una por mes. Va la primera.

Algo me olía mal la mañana que descubrí de frente que sus olores dejaron de gustarme, me cuenta Yadira, una alumna entre lágrimas, el día que decidió divorciarse. Mi hija, entre suspiros, olfatea la bufanda impregnada de loción del que, hoy por hoy, es el amor de su vida. Los pasajeros, con fastidio, aborda el vagón del metro cuando un aroma a podrido les saluda de beso. Y justo esta mañana el aroma del café que mi Mai me prepara cada mañana, trajo a mi mente la primer taza común y la última que tomé con mi madre.

Todos estos sucesos se desprenden de un aroma y así, caminando por el parque de olores diversos comencé a escuchar un libro que detonó recuerdos en aromas; tal fue su potencia que luego se volvió palabras electrónicas y posteriormente un libro vivo con olor a páginas y tinta. Creo que es la primera vez que un libro provoca que compre todas sus versiones.

El Olfato (1617 – 1618).El Olfato
JAN BRUEGHEL EL VIEJO y PEDRO PABLO RUBENS

El libro aludido es Odorama: Historia Cultural del olor, de Federico Kukso. Para una adicta a las historias fue magnífico inhalarlas, ¿podríamos escribir nuestra historia brincando de olor en olor? Apuesto que sí. Kukso escribe la más fascinante historia de la humanidad usando como detonador la fragancia que la contuvo.

Se podría suponer que tras El Perfume, escribir sobre los efectos de la nariz se vería eclipsado. Kukso demuestra que con la pérdida de los aromas hemos perdido cierta parte de nuestra humanidad, pero las dotes de un gran narrador despierta la inquietud por despertar este sentido, salir con él para olfatear paisajes, basureros, amantes, como quien recupera la vista después de un trauma.

Cada día, respiramos unas 23.040 veces y movemos unos 133 metros cúbicos de aire —calculó en su momento la poeta y ensayista Diane Ackerman—. Nos lleva unos cinco segundos respirar, dos segundos para inhalar y tres segundos para exhalar, y, en ese momento, las moléculas de olor fluyen a través de nuestros sistemas. Inhalando y exhalando, olemos olores. Los olores nos cubren, giran alrededor de nosotros, entran en nuestros cuerpos, emanan de nosotros.

Pensamos porque olemos, nos recuerda el autor “…el pequeño montículo de tejido olfativo situado encima del tendón nervioso, se desarrolló hasta convertirse en el cerebro”.

El menú del recorrido nos lleva por tres tiempos, los olores del ayer, los de hoy, los de mañana. Platillos suculentos en un buffet lleno de datos, personajes, los mil y un perfumes, desde el olor de los sarcófagos, las pelucas de Luis XV y sus orinales; la interesantísima historia del pedo, tonos y modalidades. Hombres serios como Benjamin Franklin escribieron tratados sobre las tan mundanas flatulencias.

Queramos o no cada vez que respiramos comulgamos con la historia y con el cosmos, no solo de forma intelectual y emocional, sino física, estás íntimamente conectado con el universo, cada átomo en tu cuerpo estuvo una vez dentro de otras estrellas que explotaron para que tú estuvieras aquí hoy. Estás conectado íntimamente con cada ser que una vez habitó el planeta, con cada respiro inhalamos la historia de nuestro planeta. En un ejercicio de reciclado respiratorio comunal, cazamos en un respiro los átomos respirados por los grandes protagonistas de la historia.

Conmovida por este libro, comienzo el 2020 con un respiro de aire fresco. Con la intención de revivir el aroma más adictivo del mundo, el olor a bebé. Ninguna inhalación es ya en vano porque sé que las partículas de Julio César, Borges y los otros hombres de la historia están gravitando en mis pulmones mientras, gracias al efecto Proust, el olor de una concha remojada en café me devuelve las historias de mi madre, la casa de la infancia y cómo diría Zorrilla “En esta apartada orilla todo brilla y se respira mejor”. Feliz año, feliz lectura pero ante todo recobremos el bello arte de olfatear.

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