jueves 28 marzo 2024

Bertolucci

por Marco Levario Turcott

Hubo una vez en que tomar dictado de Hollywood era un imperativo para triunfar en el cine, y una vez, a mediados de los años 60, hubo quienes desafiaron tal imperativo y narraron otras historias: Bernardo Bertolucci fue uno de esos hombres y “El Informante” una de las cintas de mayor envergadura, iniciando los 70, que marcaría una de las pautas alternativas destacadas donde se construyeron obras maestras sobre la base de dos vertientes clave: la primera es la convicción de que en la vida cotidiana está una narrativa que la cultura de masas desestima, y, la segunda, es que los escenarios precisamente se construyen con la fotografía reposada, que recorre palmo a palmo, detalladamente, los claroscuros del entorno (grises si se quiere), como ocurre con la vida misma.


Bertolucci es parte de una rebelión artística que tuvo un epicentro clave en Italia, por ejemplo con el gran intelectual, poeta, filósofo y director de cine Pier Paolo Pasoni -ahí está esa fiesta de la concupiscencia que es la adaptación de “Los cuentos de Canterbury” (1972)-; Ettore Scola -”Una mujer y tres hombres” (1974) o la impresionante “La noche de Varennes” (1982)- y desde luego sus maestros, los neorrealistas Godar y Kurosawa.


Bernardo Bertolucci nació un día como hoy hace 76 años; estoy convencido que sin él no se comprende ya no digamos al llamado “Cine de autor” sino los aspectos que la gran industria incorporó para retroalimentarse, sólo piensen en “Novecento” y luego agreguen los apellidos De Niro y Depardieu y, claro, ahora remitámonos como he dicho, a esa cinta que muestra en todo lo alto la asimilación de Hollywood del arte creativo: “El último tango en París” (1972) y “El último emperador” (1987) que obtuvo nueve estatuillas Oscar (así se hace una biografía señoras y señores. Poneos de pie si son tan amables).


Hay otra forma de narrar la historia. Poneos de pie si son tan amables: la cámara es lenta y todos los detalles se observan nítidos, las grietas o las irregularidades en diversos relieves, la obra de este gran artista, por ejemplo. ¿Es necesario aquel desnudo, que tanto entorpece el zumbido de la mosca o hasta qué punto, vaya paradoja, el zumbido de esa mosca no exhibe la desproporcionada ambición del director por abarcarlo todo? ¿El desnudo es una fijación o la reiteración de un reto que, precisamente por reiterado ha dejado de ser un desafío? Pero y ese horizonte sí le da dimensión a la infinita alegría y a la euforia, al enojo y la violencia, sí, y a la parsimonia de quien admira el reino construido por otros y al mismo tiempo se lo apropia en toda su grandeza, ah, y la furia de los cuerpos, la desesperación por el placer y el corazón que se desguaza por el intento desenfrenado en obtenerlo. Ese es Bertolucci, y está en el cine ahora, con toda su grandeza y todas sus grietas.


Aquella rebelión, no me cabe duda, cambió a Hollywood.

También te puede interesar